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Las causas generadoras del suicidio: comprender el silencio del dolor

Las causas generadoras del suicidio: comprender el silencio del dolor
  • Publisheddiciembre 6, 2025
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Cada 40 segundos alguien se quita la vida en el mundo. El lunes, el día más oscuro de la semana, sigue siendo el más frecuente para este tipo de tragedias.

Por Doctor Ramón Ceballo

El suicidio continúa siendo una de las principales causas de muerte a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año más de 700 mil personas se quitan la vida, lo que equivale a una muerte cada 40 segundos. 
 
Detrás de esas cifras frías hay historias de desesperanza, sufrimiento y soledad que, en muchos casos, pudieron haberse evitado con atención oportuna.

El suicidio no tiene una causa única. Es el resultado de una interacción compleja entre factores psicológicos, biológicos, sociales y existenciales. Comprender sus orígenes permite no solo prevenirlo, sino también romper el silencio y el estigma que aún lo rodean.

Entre los principales desencadenantes se encuentran los trastornos mentales, especialmente la depresión mayor, responsable de más del 60% de los suicidios consumados.

A ella se suman los trastornos de ansiedad, bipolaridad y personalidad límite, que suelen acompañarse de sentimientos de desesperanza, inutilidad o vacío existencial.

Las pérdidas afectivas o económicas, las rupturas de pareja o la muerte de un ser querido pueden detonar crisis profundas, sobre todo cuando la persona carece de redes de apoyo.

“El suicidio no es un deseo de morir, sino un deseo desesperado de dejar de sufrir.”
— E. Shneidman, psicólogo estadounidense especializado en conducta suicida.

La falta de vínculos emocionales sólidos es uno de los factores más comunes. El aislamiento, el rechazo social y la soledad prolongada deterioran la autoestima y el sentido de pertenencia.

El acoso escolar o laboral y la violencia intrafamiliar, especialmente cuando comienzan en la infancia, dejan huellas que pueden convertirse en detonantes de autodestrucción en la adultez.

La ciencia ha demostrado que los niveles bajos de serotonina aumentan la impulsividad y el riesgo de suicidio.

La herencia genética, junto a enfermedades crónicas o dolorosas, también contribuyen a la desesperanza. 
 
No se trata solo de un problema emocional: el cuerpo y el cerebro participan activamente en ese estado de sufrimiento.

En América Latina y el Caribe, la pobreza, el desempleo, las deudas y la exclusión social son factores determinantes.

La falta de acceso a servicios de salud mental agrava el problema, dejando a miles de personas sin atención ni orientación.
También influyen el estigma, la discriminación y la sensación de no pertenecer a una sociedad que prioriza el éxito y margina la fragilidad.

Muchos suicidios ocurren después de un hecho concreto y doloroso: una pérdida, un despido, un proceso judicial o una humillación pública.

El consumo de alcohol o drogas y el acceso fácil a medios letales (armas, pesticidas, medicamentos) aumentan el riesgo.
Además, la exposición mediática a casos de suicidio puede provocar el llamado efecto Werther, un fenómeno de imitación, especialmente en jóvenes.

Estudios internacionales han revelado un patrón temporal claro: los lunes son los días con más suicidios registrados, seguidos del martes.
 
El inicio de la semana implica retomar responsabilidades, enfrentar el estrés laboral o escolar, y el contraste entre el descanso del fin de semana y la rutina.

En cambio, los sábados y domingos suelen mostrar menor incidencia, probablemente por la interacción social y la sensación de libertad.

Este dato debe servir de alerta: los primeros días de la semana podrían ser clave para detectar señales de riesgo y reforzar la atención emocional en espacios laborales y educativos.

Más allá de los diagnósticos clínicos, muchos suicidios se vinculan con la pérdida de propósito o sentido vital.

Cuando la persona siente que su vida carece de significado, cada esfuerzo parece inútil. 
 
Recuperar ese sentido requiere acompañamiento, escucha y reconstrucción de vínculos. El suicidio no es una decisión libre, sino la expresión de un dolor insoportable que la persona no logra comunicar.

Prevenirlo implica empatía, diálogo y políticas públicas que garanticen atención integral en salud mental.
Cada vida salvada es un triunfo del acompañamiento humano sobre el silencio.

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