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Cada 40 segundos alguien se quita la vida en el mundo. El lunes, el día más oscuro de la semana, sigue siendo el más frecuente para este tipo de tragedias.
Por Doctor Ramón Ceballo
El suicidio no tiene una causa única. Es el resultado de una interacción compleja entre factores psicológicos, biológicos, sociales y existenciales. Comprender sus orígenes permite no solo prevenirlo, sino también romper el silencio y el estigma que aún lo rodean.
Entre los principales desencadenantes se encuentran los trastornos mentales, especialmente la depresión mayor, responsable de más del 60% de los suicidios consumados.
Las pérdidas afectivas o económicas, las rupturas de pareja o la muerte de un ser querido pueden detonar crisis profundas, sobre todo cuando la persona carece de redes de apoyo.
“El suicidio no es un deseo de morir, sino un deseo desesperado de dejar de sufrir.”
— E. Shneidman, psicólogo estadounidense especializado en conducta suicida.
La falta de vínculos emocionales sólidos es uno de los factores más comunes. El aislamiento, el rechazo social y la soledad prolongada deterioran la autoestima y el sentido de pertenencia.
La ciencia ha demostrado que los niveles bajos de serotonina aumentan la impulsividad y el riesgo de suicidio.
En América Latina y el Caribe, la pobreza, el desempleo, las deudas y la exclusión social son factores determinantes.
Muchos suicidios ocurren después de un hecho concreto y doloroso: una pérdida, un despido, un proceso judicial o una humillación pública.
El consumo de alcohol o drogas y el acceso fácil a medios letales (armas, pesticidas, medicamentos) aumentan el riesgo.
Además, la exposición mediática a casos de suicidio puede provocar el llamado efecto Werther, un fenómeno de imitación, especialmente en jóvenes.
En cambio, los sábados y domingos suelen mostrar menor incidencia, probablemente por la interacción social y la sensación de libertad.
Este dato debe servir de alerta: los primeros días de la semana podrían ser clave para detectar señales de riesgo y reforzar la atención emocional en espacios laborales y educativos.
Más allá de los diagnósticos clínicos, muchos suicidios se vinculan con la pérdida de propósito o sentido vital.
Prevenirlo implica empatía, diálogo y políticas públicas que garanticen atención integral en salud mental.
Cada vida salvada es un triunfo del acompañamiento humano sobre el silencio.

