Por Víctor Elías Aquino
Ramona canta sus versos y cuentos cargados de esperanza y de olvido, tejidos a la vera de una vieja máquina de coser Singer de pedales, en terrenos que fueron una de las villas olvidadas que antes tuvo un olor a muerte. Era una tierra fértil y hermosa que cambió a la frescura de la salud y a esperanza; contaminada solo por la antigua fábrica de Cementos Colón, en la Avenida Máximo Gómez, con ubicación lo que antes fueron viejos potreros Venturita, y que, al final de los 31 años de muerte, de sangre, de sudor, de lágrimas ocasionados por Trujillo, se convirtieron esos predios en barrios de luz y esperanza, de gente de luz de la zona norte de Santo Domingo, en terrenos que fueron vendidos como solares por cientos de pesos, que eran como millones para los pobres este tiempo. Era un espacio de libertad a la orilla del río Isabela, …libertad…libertad..libertad…